Desde la parte alta de Villatina se divisa la puesta de sol en medio de tejas de zinc y muros de madera. Buena vista, barrio que recibe su nombre por la panorámica de la ciudad que, según cuentan sus fundadores desde el recuerdo, alguna vez fue un paisaje de árboles, hoy en día se caracteriza por la cantidad de viviendas, entre las cuales se pierden los senderos autosugestionados por los habitantes:
“…para hacer aquí escalas, senderos peatonales con material que nos dio el municipio, la comunidad, yo gestioné eso, y ahora nos encontramos aquí en un barriecito mejor porque tenemos por donde andar bien sabroso, sin tanto pantanero como era antes ¡era un peloteadero! Y vea, ahora tenemos escalitas, tenemos callejón encementadito, bien sabroso aquí en este barriecito”. (José Reinel Romero, 2019).
De esta forma, los habitantes se han ido reasentando en los últimos 15 años, con el dolor de la catástrofe de 1987, cuando un deslizamiento del Cerro tutelar Pan de Azúcar arrasó con gran parte de la población del sector. Ahora la huella del deslizamiento se mantiene a partir de la declaratoria de Alto riesgo que tanto cuestionan sus habitantes, y se ha resignificado con la generación de canchas en el Campo santo y la continuidad de los paseos de olla al Cerro.
Una cartografía en donde el sector se ve como un gran vacío evidencia que la cotidianidad de los habitantes de Buena vista transcurre afuera de su sector. Como la oferta comercial, recreativa e institucional se da en otros sectores de Villatina, la comunidad de Buena Vista no se reconoce como un sector ni mencionan su nombre. Al interior, sus callejones son de tránsito, los niños juegan en los parques del Campo santo o al interior de sus casas y solo un vecino frente a su tienda se sienta a disfrutar del paisaje. El único grupo conformado es el de la tercera edad, que se reúne a la entrada del barrio. Sin embargo, el trato cordial está siempre presente y ha permitido que sus habitantes sigan desarrollando de manera informal su barrio, con la experiencia obligada de la autoconstrucción:
“–¿Qué imagen tiene del barrio o qué es lo que más le gusta?
-Es bien, lo que más me gusta es la gente. Es muy comunitaria.”
Alcides, Habitante hace 20 años.
“–¿Qué es lo que más te ha gustado del barrio?
-Hasta ahora lo que más me ha gustado de aquí es la comunidad”
Laura, habitante hace 1 año.
Hace 15 años llegó don José Reinel Romero a Villatina. Subió a la parte alta, privilegiado por la vista que le daría la idea de bautizar su nuevo barrio: Buena vista. Él, fundador y gestor, trajo a la mujer que amó y que le acompañó durante la aventura de comenzar de cero en una nueva ciudad. Con 30.000 pesitos -que en ese entonces lo eran todo- comenzó su tienda, la primera. Invirtió en una nevera, que le dejó de deuda de 50.000 y un negocio que hoy es su sustento. Don Reinel en sus 77 años ha migrado hacia la ciudad, ha visto la transformación de su barrio, ha interpelado a las instituciones para adecuar poco a poco el sector, ha tenido problemas por los liderazgos que ejerció, pero hoy reconoce con orgullo que ha aportado a toda la comunidad. Sueña con ver formalizado su barrio con todos los servicios, sueña con que allá también se pueda construir, aunque digan que es zona de alto riesgo, porque otros barrios han demostrado que con la suficiente inversión tecnológica y económica, se puede.
El gesto que precede a la juntanza es el reconocimiento de lo común. El proceso en Buena vista carece de un grupo conformado, pero ha llevado a que en la itineraria por el barrio reconozcamos sus habitantes desde las individualidades. Dada la ausencia de espacios comunes al interior del sector -conformado fundamentalmente por viviendas-, llevamos la pregunta desde las materialidades del barrio hacia aquellas historias comunes. Así, la madera comienza a hablar de los oficios, de los recursos a la mano, de las procedencias y de un vínculo común entre sus habitantes: la migración.