Hacer presencia y más que ello convivir en una zona industrial, podría ser una idea caótica de asumir, excepto para el lavauto “Fullecars”. Ubicados en el barrio Trinidad, sus vecinos son grandes fábricas manufactureras que dotan de dinámicas particulares la cotidianidad en este territorio.
De día, se convierte en un espacio agitado donde la prisa es la protagonista: cargue — descargue de vehículos y personas ingresando o saliendo de las empresas, abunda las calles como una escena que se repite a diario. Pero de noche, la bruma propia de la zozobra se convierte en soledad para habitar un sector que desde hace muchos años dejó de ser habitacional.
En medio de esta congestión, se halla Fullecars. Queridos y respetados por sus vecinos, ya hacen parte de un paisaje que ve en ellos unos aliados claves para la convivencia de aquellos que se marchan cuando lo hace el sol.
“Somos como una familia. Extraña, pero lo somos”, expresa Eduar (el administrador) en el momento en que se le pide que describa su comunidad. Compuesto por 4 personas, este lavadero pasó de convertirse en un simple negocio para convertir en un modelo de emprendimiento, ello gracias a su estructura administrativa y al fortalecimiento legal que han tenido durante el pasar de los años.
Sin embargo, para llegar a tal punto fue indispensable la comunidad. “Han pasado casi 21 alistadores, y a todos los recuerdo con cariño. Todos han aportado para que Fullecars sea lo que es hoy”, argumenta nuevamente Eduar, quien busca contratar no solo a un empleado, busca contratar a alguien a quien verdaderamente le pueda ayudar y con quien pueda construir un vínculo de amistad. Así es este negocio, una familia que se construye no desde el conjunto sanguíneo, se conforma desde la pasión por los vehículos y por cumplirle a sus clientes con buenos servicios.
s que un individuo, un grupo. Tan diversos y heterogéneos, al momento de atender un servicio pareciese que se convirtieran en uno solo: la agilidad y profesionalismo con que realizan su trabajo asombra hasta al más incauto. Independiente de ello, cada quién persigue sus propios sueños y ven en esta labor un camino más corto para llegar hasta a él.
Eduar sueña con hacer de Fullecars toda una industria y poder dedicarle más tiempo a su familia, “Arias” sueña con ver a sus hijos convertirse en grandes profesionales y en comprar una vivienda, “Juanes” anhela convertirse en bilingüe y viajar a los Estados Unidos y finalmente, James desearía cursar una carrera universitaria.
Desde el proyecto Memorias del Agua, se tomó la decisión conjunta con el equipo de trabajo de Fullecars para modificar la zona de estar adecuando la silletería junto con la mesa principal, anexándole además, una jardinera que más que embellecer el espacio, es un aporte al microclima ambiental de este lugar.
Un lugar para el descanso y la comodidad se hizo urgentemente necesario en medio de los afanes que implica el hacer parte de uno de los lavaderos más potente de la ciudad y de naturalmente, estar ubicados en un sector industrial que se mueve con la misma velocidad que se mueve el segundero de cada reloj de las personas que transitan por allí.
“Gracias, Memorias. No solo por ayudarnos a adecuar nuestro espacio, gracias por acompañarnos en este proceso de legalidad y por creer en nosotros como una verdadera unidad de negocios”, finaliza argumentando Eduar.