Muchas personas opinan que la casualidad no existe, otras simplemente argumentan que son azares de la vida. Sea lo primero o lo segundo, este lavadero también se ubica en Trinidad (barrio Antioquia) y es administrado por Juan David, homónimo del lavautos la 58. El estar ubicados a unos cuantos metros, les permite compartir las mismas dinámicas sociales: un sector donde las casas de familias conviven con fábricas manufactureras en el día y con la soledad melancólica en la noche.
Para Juanda su territorio toma gran importancia, pues allí mismo convive con su esposa, quien hace de alistadora, y sus hijos. Con vivienda propia, cuenta que no cambiaría por nada el lugar, ha sido allí donde sus sueños han comenzado a tomar forma y su familia ha crecido con tranquilidad.
Esta unidad de negocio está compuesta por dos personas: Andrea, quien se encarga de asear los interiores de los vehículos y de Juan David, el directo responsable de los exteriores. Ambos son esposos. Aunque Andrea es menos tímida que Juan, ambos son comprometidos con su labor y de buen genio.
Ella tiene 40 años. Su especialidad es la decoración de interiores para fiestas de todo tipo y es experta en preparar jugos. Tanto lo es, que en un tiempo pasado tuvo un emprendimiento que se relacionó con la venta y preparación de estos productos. Sueña con volver a “montar” otro negocio donde ella lo pueda operar directamente.
Él, tiene 38 años. Su mayor anhelo es poder llegar a la vejez con la parte económica resulta. Toda la vida se dedicó a trabajar en diferentes empresas, hasta el día en que decidió formar su propia unidad de negocio. Ya han pasado casi 10 años desde aquel entonces y en la actualidad, son una pareja de esposos amorosos con 2 hijos de quienes esperan que sigan su ejemplo de esfuerzo y honestidad.
Como dato común en la mayoría de lavaderos, su comunidad está compuesta por sus familias y en este caso, no iba a ser la excepción. Cuenta Andrea que en la vida les ha tocado luchar grandes batallas, siempre juntos. Por su parte, Juan dice que su vida no tendría sentido sin la compañía de ella y de sus hijos. Ambos compaginan para que tanto el lavautos como su núcleo familiar, prosperen con el pasar de los días. Ese es el reto principal dentro de esta comunidad.
En cuanto a sus vecinos se refiere, la amistad se deja asomar entre un saludo y un apretón de manos. Para Andrea, el barrio es un buen vividero y nadie se entromete en los asuntos de los demás. Aunque hay pocas casas de familias, los residentes de cada una de ellos están dispuestos a ayudar y cooperar en los que sea necesario, pues aún no se ha perdido la solidaridad gestada mediante los “convites” con los que nacieron muchos de los barrios de la antigua Villa de la Candelaria.
Lo primero que se tuvo en cuenta para la intervención creativa en este lugar fue la personalidad. Entiendo la importancia que tiene la unidad familiar para este lavadero, lo más adecuado fue diseñar un logo que diera cuenta de ello. De esta manera, se dio inicio a lo que sería el logo oficial del lavautos “Juanda”.
También, hubo otro detalle necesario a tener en cuenta: el primer carro que tuvieron. Aunque es un objeto, finalmente hizo parte de la familia. Sea como patrimonio o simplemente como un recuerdo grato, se ganó un lugar en lo más profundo de sus memorias por la melancolía que evoca su recuerdo.
Anexo a ello, este mismo logo (que era la familia caricaturizada dentro de un Nissan, su primer carro), quedó plasmado en la fachada como un acto de delimitación del espacio de lavado y como dispositivo de publicidad pasiva.