Un territorio vivo que teje su memoria a través del tiempo. Así simplemente podría definirse el barrio Trinidad —Barrio Antioquia, para los no tan jóvenes—, pues lo que en un principio fue una zona de tolerancia, en la actualidad es un lugar de convivencia habitado tanto por casas de familias como por bodegas y centros empresariales, todo ello en un mismo sector que no es ajeno a las dinámicas sociales propias de una urbe como Medellín.
En el ir y venir de la cotidianidad, se ubica en una de sus calles el Lavautos “La 58”. Atendido por Juan David quien también hace las veces de administrador, reside allí como testigo fehaciente del notable cambio que ha sufrido este territorio. Hace 13 años que está allí y hasta el momento, expresa en general tener buenas relaciones con los vecinos, pues los problemas se marcharon cuando en sus calles se apagó con nostalgia el último tango nocturno de la “vida alegre”.
Para un hombre como Juan David, su comunidad se define en 4 personas fundamentalmente: papá, mamá, esposa e hijo. Son ellos su razón de ser, pues, aunque conviven en hogares separados, el amor que les profesa es según él, inquebrantable. Como motor económico de su familia, busca en el día a día la forma de conseguir recursos a través de su lavadero, quien se ha encargado en los últimos años de darle más de lo necesario para su comunidad.
Aunque reconoce que la comunidad también está conformada por amigos que con el tiempo se convierten en la extensión de la familia con la que se recorre en la vida, es sincero al manifestar que prefiere la compañía y protección de quienes “lo conocen y se dejan conocer”. Para terminar, agrega que hay alguien que siempre ha estado y estará para él, sin importar las consecuencias y por ello encabeza la lista de su selecto grupo de eres queridos: Dios.
Si se intentara definir a Juan David en una sola palabra, sería amabilidad. Un ser de un 1.70 cms aproximados de estatura y de 86 kilos de peso, resalta en él una sonrisa que va acompañada siempre de un fuerte apretón de manos. Con una tez dorada en su piel, propia de la que deja el sol con su paso, él es uno de los vecinos más queridos de su barrio, pues dicen ellos mismos que cada vez que lo necesitan, él estará allí para servirles de la mejor forma posible.
Pese a esto, aparenta ser un hombre serio y lo es. Su apariencia física pareciese tener un aire militar, pues su corte de cabello es corto y su forma de vestir impecable. Para él, la presentación personal es un asunto indiscutible: no logra entender cómo es posible que algunos de sus compañeros de oficio puedan atender al cliente en reprochable aspecto. “Mi uniforme es como mi servicio: intachable”, anexa mientras se termina de organizar su overol azul oscuro.
No hubo otro proceso creativo más importante a resaltar que el mural que se realizó en el piso de este lavauto. Consistió en pintar una cebra peatonal con la forma ondular que forma el agua al andar, líneas azules sobre las cuales se deja entrever: “lavautos la 58”.
De sencilla apariencia, esta intervención no solo embelleció el lugar, también lo dotó de personalidad y lo más particular, de un sentido de pertenencia. Delimitó el área de trabajo y cada que alguien pase en busca de un buen sitio para dejar su vehículo para ser aseado, podrá ver allí el dispositivo de publicidad pasiva en que se convirtió el mural. De eso también se trataba.
“Eh avermaría [sic], gracias al proyecto Memorias por ponerme tan bonito mi espacio de trabajo y por nunca olvidarse de nosotros. La vida va a recompensar sus ayudas”, dice Juan.