En lo alto de La Loma de San Cristóbal el tiempo se vuelve más lento al ingresar a La Aguada, un sector que guarda un equilibrio entre la naturaleza endémica, los cultivos y las viviendas necesarias para vivir. El territorio se va desarrollando a lo largo de un camino principal, por el cual se saca el café y otros productos cultivados por los habitantes. En medio, un pozo que abastece a toda la comunidad de La Loma cuando el agua falta; uno de los múltiples nacimientos de agua que dan nombre al sector. Con el paisaje de árboles y flores, en medio de los perros, gatos, caballos y gallinas que conviven en La Aguada, la vista no extraña la panorámica de la ciudad desde allí.
Con apenas 40 familias, La Aguada es un territorio donde todos los habitantes comparten una verdadera red vecinal. Muchos de ellos ejercen liderazgos positivos en favor de las actividades y necesidades colectivas: los convites para afrontar derrumbes, sequías y eventualidades del territorio, el trabajo en torno a las cosechas, la concientización frente al cuidado de los recursos, todo esto en medio de un trato cordial, hacen parte de las características que han permitido un proceso constante y articulado.
Los líderes, con representación de la Junta de acción, se han empoderado frente al tema del cuidado del agua, con un amplio conocimiento de las especies que habitan en el territorio y avanzan en la concientización comunitaria, lo que permite que las reflexiones tengan un alcance intergeneracional: el fortalecimiento de los jóvenes como actores en la articulación vecinal, los adultos gestores por medio de los mecanismos de participación, los niños propositivos en las reflexiones artísticas y los adultos mayores intercambiando saberes realmente han generado un tejido social fuerte que resiste y propone formas de convivencia.
La tenacidad del trabajo y el respeto ante los demás son características que resaltan en los jóvenes de La Aguada, quienes acompañan las labores de la tierra. Manuel Toro es uno de ellos, quien lidera un grupo de jóvenes a quienes los llevó a unirse la pasión por el fútbol y el orgullo por el territorio, demostrando un activismo pacífico y a favor de la comunidad. Manuel quiere transformar su comunidad, extender cada vez más la conciencia que se ha gestado desde el grupo de líderes para fortalecer a toda la comunidad en torno a las necesidades cotidianas. Con un conocimiento práctico y un pensamiento social, él es un joven crítico y propositivo que nos acompaña hilando la historia de su territorio con sus sueños y proyecciones.
Una necesidad comunitaria articula a los líderes del territorio y nos lleva a repensarnos artísticamente en el territorio: el cuidado y mantenimiento de los pozos sépticos de las viviendas, procedimiento desconocido por muchos de los habitantes y que implica una articulación y difusión de la información en todo el sector. El impulso artístico surge entonces desde la visibilización de los recursos por medio de su demarcación, hasta la comunicación de las responsabilidades individuales frente a los pozos para garantizar el bienestar comunitario. La identificación inicial de elementos identitarios es la plataforma común para generar acuerdos, y las texturas, formas vegetales y los colores del agua son el lenguaje para comunicar a la vecindad ampliada las responsabilidades colectivas.