En el barrio El Socorro, comuna 13, está ubicado el lavautos de Memo, una unidad de negocio que comparte el espacio con un taller de mecánica de carros, Don Guillermo quien administra y alista carros, fue desplazado del frente de su casa por la inconformidad de sus vecinos con el lavautos, buscando en el sector donde volver a iniciar su lavautos, llegó a este taller donde paga arriendo para poder estar.
Unos 3 años más o menos lleva Don Guillermo lavando en este nuevo lugar, trabajar en este sector tan escondido daría a pensar que no son muchos los clientes que aquí llegan, pero particularmente siempre que visitamos este lavautos, indiferente la hora, algún vehículo está en proceso de lavado.
Una de las cosas que caracterizan a este lavautos, es que los clientes normalmente no llegan al lavautos, es don Guillermo quien recoge los carros y los lleva a su lavautos y después de lavado los retorna a sus dueños, por tal, cuando llega un alistador a trabajar con él, es necesario que sepa conducir.
“Mi comunidad es la iglesia donde me congrego” dice don Guillermo mientras nos cuenta que él tiene muy buena relación con todas personas del sector, pero prefiere tener distancia con ellas para evitar conflictos o rumores.
De su casa al trabajo, del trabajo a la iglesia, de la iglesia a casa, es su diario vivir. Su comunidad es su familia, sus compañeros de iglesia, sus clientes.
Las dinámicas violentas de lugares como estos hacen que las personas sean más individuales, que busquen el resguardo y el poco contacto con los demás como prevención ante cualquier acto que pueda dañar sus familias, sus vidas. Muestra de esto es la soledad en las calles al visitar este lavautos, unas pocas personas que van de sus casas a la tienda ubicada al frente del lavautos, dos o tres niños rumbo a su casa después del colegio, una moto a gran velocidad, componen el paisaje lento y deshabitado del sector.
Una sonrisa siempre en el rostro y palabras positivas son lo que más caracteriza a “Memo” como conocen todos a don Guillermo, un hombre que encontró en “los caminos de Dios” la felicidad y su estilo de vida, a sus 58 años, Memo no desampara su bicicleta, todas sus diligencias las hace en ella, cuenta con alegría que trabajó en industrias Haceb y que desde El Socorro se iba hasta Copacabana todos los días para su trabajo.
“La mano de Dios” dice Memo cuando las cosas buenas le pasan, cuenta también que su lavautos tiene una bendición, toda persona que no tiene empleo y llega a trabajar con él, en poco tiempo consigue un buen empleo.
A pesar de que las condiciones del lugar no son las mejores para don Guillermo, ya que el espacio es muy pequeño y solo puede alistar un carro a la vez, debe pagar un alto arriendo para ocupar el espacio, más “las vacunas” que los grupos ilegales piden, él siempre tiene una buena actitud, “a uno no le falta nada cuando le camina al señor”.