Subiendo por la autopista Medellín-Bogotá, cerca de la estación de gasolina de Zamora, hay un desvío a la derecha que lleva directamente a Santa Rita, un barrio en el municipio de Bello que comenzó con unas pocas familias que construyeron sus casas en los terrenos de la parte alta del barrio Zamora. Santa Rita toma su nombre de la “santa patrona de los necesitados, mediadora de los sin esperanza y de lo imposible”, de este modo explica el origen del nombre una de las mujeres que llegó desde los años setenta a construir su casa cuando el barrio contaba con escasos pobladores y enormes cultivos de café.
“El Tanque” es el sector que queda en la parte alta del barrio y es conocido con ese nombre debido a un enorme contenedor que durante años fue el lugar de abastecimiento de agua de todas las familias del sector, allí llegaban cada madrugada hombres y mujeres para recoger agua y lavar la ropa durante las pocas horas en que el preciado líquido llenaba el enorme tanque. Hoy quedan pocas familias “de las de esa época”, el sector hoy vibra todo el tiempo, por sus calles empinadas y callejones estrechos se lavan carros, se hace mazamorra y se trabaja por hacer del sector un espacio de convivencia y buena vecindad.
Yaned Caro vive en Santa Rita desde hace más de 40 años, cuenta que llegaron al territorio cuando solamente habían unas cinco casas y el resto eran cafetales de lo que alguna vez fue una gran finca del sector, desde entonces su casa y las casas de sus familiares se han ido transformando con trabajo duro y perseverancia. La mazamorra es el negocio familiar, desde 1997 se dedican de lleno al proceso completo de preparación y distribución, cada vez con mayor acogida. Doña Yaned tiene un corazón enorme que trabaja por su comunidad, principalmente por los niños y niñas, con quienes desde la complicidad y el afecto se sueña un barrio cada vez mejor.
Las mujeres del sector son guardianas de la historia, muchas de ellas han pasado gran parte de su vida en el barrio y han sido partícipes de las transformaciones del mismo. A través de sus voces permanece latiendo la memoria de los viejos cafetales, de los tiempos difíciles y de los cambios positivos.
“Yo he vivido de todo en este barrio, desde lo más bonito hasta lo más duro. Aquí crie a mis hijos y aquí construí poco a poco mi hogar, con trabajo y con esfuerzo. ¡Y ahora mire como tengo de bonita mi casa! Yo vivo muy amañada por acá”.
Recurrir a los álbumes familiares fue la estrategia para crear lazos de confianza en el territorio- Mientras se calentaba el chocolate y los panes se ponían sobre la mesa, las fotografías eran protagonistas y detonantes de la conversación. Dos, tres, cinco historias surgían de preguntas sencillas como ¿quiénes aparecen en esta foto?, ¿en qué año se tomó esta fotografía?, o ¿aquí qué estaban celebrando?. Cada historia iba siendo entretejida, se corregían datos de un lado a otro, se agregaban nuevos detalles y de este modo se construía un nuevo álbum, uno que cuenta la historia del barrio desde las voces de sus habitantes.