Hablar del territorio donde se encuentra ubicado el Lavautos el Coloso, es decir, hablar del barrio San pedro, comúnmente conocido como Lovaina (nombre de una de sus calles) es narrar una realidad de múltiples colores, olores intensos –pocas veces agradables- mucho ruido y movimiento, trasegar de cuerpos que deambulan entre la ansiedad y la locura, en contraste con familias que viven allí en calma y mesura. Es hablar del reflejo de ésta ciudad, Medellín, que muere de apoco entre la contaminación, pero recicla, recupera, celebra y goza, haciendo de la calle un lugar de fugas y resistencias, donde hay que jugársela para sobrevivir y luchar para no morir. En tan solo media hora, se pueden ver pasar niños y niñas a estudiar, habitantes de calle “mercando” su droga, señoras que gritan, hombres que reciclan inundados de basura, otros que lavan carros, otros que pregonan, otros que duermen en la acera, en la que otra apenas se levanta. Es sin duda un territorio complejo. Su descripción no cabe en pocas letras, es necesario ir, sentirlo y caminar, está ubicado en la comuna 4, al lado del Museo cementerio San pedro. Nos han contado en los encuentros, que allí fue donde se fundaron los lavaderos de carros de la ciudad (aunque vale aclarar, que muchos afirman eso en diferentes latitudes) hace más de 60 años, cuando el sector era reconocido por las “casas de citas” y “plazas de vicio” donde confluían personajes de “la alta alcurnia” para “echarse canitas al aire” y mientras tanto dejaban el carro en la calle para que fuera lavado; así comenzó ese servicio a tener reconocimiento en el sector, era muy bien pago, lo que fue motivando a que creciera la labor de lavar carros como un negocio de “rebusque” para muchos. “Pocos pueden contar esas historias” dice Carlos, reconociéndose como sobreviviente de la violencia que le ha tocado vivir en tantas épocas en la zona “Si las paredes de este barrio hablaran, no pararían de contar”…
¡Ellos! No son cantidad, pero sí calidad, como dirían por ahí, Oscar alias “Turula” el de la carjada y camisa azul y Fernando Herrera, reconocido por su apellido, el que siempre está diciendo “todo bien” como en la foto; son los participantes activos del grupo; aunque en la unidad de negocio son tres, ellos dos y Carlos, éste último no se dispone a los encuentros; así que trabajamos con las voluntades, y éstos dos hombres si que tienen de eso, están siempre dispuestos, activos y atentos, aunque a veces deben priorizar lavar, la mayoría de veces están siempre ahí para recibirnos, son un grupo con el que se puede compartir, crear, proponer, aunque ha sido dificil mantener la constancia, no por ellos, sino por las dinámicas del sector, las lógicas económicas y las exigencias para la sobrevivencia que no han permitido que el proceso sea fluido y constante; sin embargo ha sido un grupo con el que se ha trabajado armoniozamente, proponiendo desde el proceso ser luz para el sector y fortalecer los lazos comunitarios que se intentn tejer en la zona. La comunidad los acoge, aunque sea de una manera naturalizada, hay un respeto recíproco que se ha notado en los encuentros, en ocasiones se han acercado niños, niñas, jovenes, personas adultad y ancianas, con interés en participar, han contado un poco de sus historias, algunos de han detenido a dibujar, otros a pintar, otros simplemente a observar, aportando como participantes itinerantes que han logrado que el grupo en ocasiones crezca, se nutra y que cuando vuelve a su forma tenga nuevas reflexiones. La familia de la tienda que se ubica al frente de la unidad de negocio, ha sido aliada en el proceso, nos prestan la mesa y las sillas para realizar las actividades, se han involucrado en los encuentros, valorando el proceso que llevamos con los alistadores. Los clientes que vienen a lavar, muhas veces se involucran en el proceso y resaltan que este tipo de proyectos sociales lleguen a esos sectores de tanta violencia y a la vez tan ricos en memorias.
Luis Fernando Herrera Muñoz, 69 años, alistador. Es un hombre que todo el tiempo está bendiciendo y agradeciendo lo que hay. Dice que está aquí por una segunda oportunidad que le dio Dios y no la piensa desperdiciar, no teme a la muerta y se goza la vida. Es un ser conectacto espiritualmente con Dios en todo momento de su vida, practica la religión católica, aunque no va mucho a la iglesia, se conecta con Dios orando cuando se acuesta y cuando se levanta. “Mi cuerpo me ha correspondido bien gracias a Dios salí de una tuberculosis muy fuerte, hace 14 años me sané y soy otro, por el momento me siento bien; he sido bailarín, lavador de carros y ayudante de carretera. Me cuido comiendo muchas frutas, acostandome temprano y nada de vicios, como fui muy vagamundo, hoy en día me cuido mucho para ver si duro unos años más” Nos cuenta Fernando en su autoretrato, con el que se posibilitó ir a sus adentros y reconocer que su camino ha sido dificil pero ha salido de todas para seguir adelante. Saco adelante su vida; su familia que es una bendición de Dios para él, con 3 hijas, un hijo y 11 nietos y 3 bisnietos, con quien tiene una buena relación aunque no viven juntos. Gracias a su trabajo como lavador de carros se consigue el arriendo de una habitación en la misma cuadra donde trabaja, a veces también hace mandados a los vecinos y con lo de cada día ahorra de quinientos pesos o mil pesos en una alcancía con la que luego pasa el arriendo y la comida. Es un hombre solidario y de buen trato con lo vecinos “ Me divierto descansando, bailando y relajado gracias a Dios”.
Acuerdos tejidos en dulce abrigo. El trapo que es comunmente usado para secar carros después de ser lavados, el típico que todo conductor tiene en su caja de herramientas, ese que con el tiempo se desgasta y así seca mejor, fue el lienzo para que los acuerdos internos del lavautos quedaran interiorizados. Las manos, esas sagradas herrmientas, indispensables para la labor, se secaron por un momento atreviendose a tejer por primera vez, los alistadores se dispusieron a romper prototipos, coger hilo, aguja y entregarse concentrados al trabajo, tejer, práctica que es común en las abuelas, en muchas comunidades se ha usado el tejido para mantener viva la memoria, en otras para sanar los gajes de la violencia, en otras para escribir la historia, para comunicarse con lo divino, para expandir la cultura… el tejido es un lenguaje de múltiples acentos, que con la sutileza del va y ven, puntada a puntada, profundiza en la paciencia de un proceso, posibilita tantas reflexiones, pues en el tejido está la vida misma y en el tejedor quien la afronta. En el lavautos El coloso, el tejido causó muchos impactos, tanto en quienes se entregaron a tejer, como en la comunidad alrededor, pues no es usual ver a dos hombres que cotidianamente usan sus manos y trapos para lavar, usando las mismas herramientas en el silencio de tejer, diciendole a los otros que cuando quieran les pueden enseñar y recordando que los acuerdos son validos si se caminan, así como el tejido va teniendo forma si se avanza. Las métaforas que permitió el tejido fueron de largo aliento, partiendo de reconocer que depende de cada quien el resultado, que si nos equivocamos se vale devolverse y que creer es crear, en el mundo de posibilidades que es el tejido de la vida.