El parque automotor de Medellín se calcula en un promedio de 300.000 vehículos apiñados en 2.230 km de malla vial, un cálculo de 170 carros por cada kilómetro de vías. Esos datos se enfrentan al hecho de que la ciudad no tiene la posibilidad de expandirse y a que el consumo de automóviles no frena con el tiempo.
Enmarcado en esa pendiente del espacio y la
economía de los autos, existe un oficio que limita entre lo formal y lo
informal. Una oportunidad que en la mayoría de casos es producto de la
necesidad primaria de sobrevivir: el lavado de vehículos.
Los lavautos, son puntos de referencia a los que
los conductores por pura costumbre acercan sus máquinas para ser juagadas y
enjabonadas en un tiempo máximo de una hora. Se riegan por todos los barrios de
Medellín, llegan a los paraderos de buses, los acopios, ocupan los parqueaderos
y se toman la calle, volviéndose parte del paisaje urbano, que un ojo
desprevenido no alcanza a percibir a simple vista. Ahí están, producto muchas
veces de esos afanes que se dan en todas las periferias de la ciudad vestida
para innovar, resultado de la acción imperativa de trabajar para vivir en un
lugar donde la polución y otros mugres mandan en el ambiente, usando el cuerpo
como una herramienta que se frota con jabón, trapos y mangueras contra el
metal, el vidrio y el caucho.
Un Lavautos divide sus funciones en dos, alistar, el acto de lavar, y administrar, el acto de dirigir la unidad de negocio. Algunos Lavautos son unipersonales, las dos funciones las hace una sola persona y otras veces hay un administrador, muchas veces dueño, y a su servicio tiene un equipo de alistadores. Todo parece coordinado, sencillo, diera la impresión desde afuera de que son universos básicos, simplones, monótonos. Tal vez algunos roces con la policía y su código que golpea contra la informalidad, a lo sumo. Nada más equivocado. Los lavautos son espacios donde la vida se desarrolla y se resuelve cada día, dónde los planes se mastican con el vértigo de los sucesos, dónde las personas que viven del oficio de lavar carros empiezan a construir relaciones importantes en su comunidad, a pensar nuevas formas de ser en una sociedad, a volverse actores importantes del desarrollo de los barrios, dónde las historias y las luchas individuales son tan diversas, que cada Lavautos se convierte en un universo particular y complejo, como quienes lo componen.
Esta exposición, es una muestra de fotografía cuyas imágenes son producto de un trabajo de documentación hecha con alistadores y administradores de algunos lavautos que hacen parte de Memorias del Agua, proyecto en asocio entre Museo de Antioquia y Empresas Públicas de Medellín. La intención una simple: visibilizar a las personas, los contextos, las historias y los ambientes donde los lavautos existen. Es una acción necesaria para el Museo de Antioquia poner en diálogo y reconocer a todos esos trabajadores sin representación política y que lentamente apuntan a agremiarse a través del Concejo de Medellín, frente a una ciudadanía que les ha mantenido invisibles. Aquí, las imágenes dejan de funcionar en un universo dramático particular y su intención no es construir un discurso único en cada fotografía, sino encontrarse en una narrativa más amplia de lo que es ésta ciudad y sus oficios, sus habitantes, la construcción colectiva de la historia, la consciencia alrededor del uso de nuestro más preciado recurso: el agua y la urgencia de repensar nuestras acciones individuales y colectivas desde lugares de reconocimiento, afecto e implicación en la vida de Otr@s.
Paisaje Sonoro
Imágenes Expuestas
Exposición