Una montaña en donde los arboles frutales se intercalan con las viviendas, en medio de 5 quebradas. La Gabriela, territorio de mujeres fundadoras que conservan la memoria viva de la llegada al territorio y la autogestión de los recursos básicos. Ubicado en la frontera entre la comuna 60 y la comuna 13 de Medellín, resisten tanto a las dinámicas de la violencia urbana como a las de la crisis medioambiental de nuestra ciudad. Un territorio que se opone al aumento de la construcción en fuerte tensión con la llegada masiva de constructores, migrantes fundamentalmente venezolanos y arrendatarios sin arraigo ni cuidado de su entorno. Territorio de especies endémicas, prácticas rurales, donde cada casa se caracteriza por los jardines frontales y las materas florecidas, atravesados por un sendero peatonal y de motos desde donde se despliegan los escalones para conectar las viviendas hacia arriba y abajo del cerro. Cada año desarrollan el famoso festival de cometas, aprovechando la vista panorámica de todo San Javier y el aire puro, ese que ya casi no queda en las ciudades.
La comunidad actualmente se compone de los primeros habitantes que llegaron al territorio: en su mayoría son mujeres fundadoras que han sobrevivido a los fuertes períodos de violencia en la comuna 13 y que hoy siguen siendo pilar de La Gabriela. Junto con ellas, un grupo de líderes sembradores, tejedores y gestores se preocupa por mantener las prácticas de vecindad y cuidado del medio ambiente que ha posibilitado su ritmo de vida. Los esfuerzos se suman en torno a un gran proyecto: El Cerro Tutelar Loma Hermosa. Con la convicción de que es necesario conservar este pulmón de la ciudad, y la conciencia de la importancia de generar pedagogía con los demás habitantes, vecinos y turistas, el grupo ha avanzado en un fuerte reconocimiento de sus especies y en la gestión de recursos y alianzas.
La pasión por el cuidado de las plantas tiene un gran representante en Eduardo Galeano quien, al igual que su famoso homónimo, encontró en las letras la posibilidad de plasmar su sensibilidad ante el mundo y la preocupación por el medio ambiente. Don Eduardo hace memoria de lo que fue su trabajo como asesor forestal en proyectos de intervención urbana en Antioquia, por medio de la poesía. Su mayor sueño es llegar a ser un poeta reconocido y, con las plantas y las mujeres como inspiración, alimenta día a día su poemario.
Esta pasión se forja desde su origen rural. Venido desde La Siberia, en el suroeste antioqueño, sus versos narran la añoranza del campo y el recuerdo de su casa paterna:
“Cantan las aves al rayar el día,
Se escucha allí en la alcoba el hermoso trinar,
Mi madre se levanta también con alegría,
Para regar las flores que hay en el altar.
Mi padre a rajar leña para empezar la marcha
Del rancho hasta el arado de aquel cañaduzal,
Llevando allí en el hombro el azadón y el hacha
Para limpiar malezas que hay en el yucal.
Detrás siguen los hijos limpiando la lagaña
Con los calzones rotos, también sin remendar.
Los otros con las bestias para traer la caña
Para sacar guarapo para desayunar.
Qué lindos esos tiempos, ahora sí se extraña
Cuando se trabajaba no se buscaba paz
Ahora allí ninguno sufre ni a nadie se le engaña
Tan solo se trabaja, se lucha y nada más.”
Ante la gran pasión por las plantas y la necesidad de comunicar al resto de los habitantes y visitantes la importancia de los recursos endémicos, las conversaciones se han plasmado en imágenes que permiten poner en común la riqueza de La Gabriela en plantas y en conocimiento. Encuentro a encuentro, la conversación se ha mezclado entre acuarelas, crayolas y tintas, dando como resultado la Ilustración botánica de La Gabriela. Estos insumos han aportado al grupo emprendedor a realizar un gran sendero luminoso que será la posibilidad turística para hacer pedagogía acerca del tipo de especies y sus propiedades.