El paisaje de la zona donde actualmente es la casa de Amparo, a quien también le dicen “la mona”, era diferente. Lo que llaman “la malla” del aeropuerto se encontraba tan pegada de allí, que pasaba sólo un pequeño camino, y en vez de una parte de la gran vía que hoy en día se encuentra, había casas. Con el tiempo, al correr la malla del aeropuerto y construir la calle, el andén de la casa de doña Amparo se extendió hasta donde era el camino. La función de lavautos empezó a darse muchos años antes de que se estableciera como tal; su intermitencia se dio por las dificultades económicas y por el conflicto armado que se vivenció en el barrio durante los 80’s y 90’s. Durante este tiempo doña Amparo trabajó vendiendo chance, pintando casas, barriendo calles, entre otras cosas, pero es justo dos años después de separarse de su esposo, debido a que se lo llevan para la cárcel y ella decide terminar la relación, que inicia con el lavautos de un modo más formal. Vecinos y conocidos, considerando que ella se había quedado sola y requería de dinero para sostener a su familia, empezaron a ayudarle llevándole carros para lavar. Según lo narra ella, su lavautos fue uno de los primeros de los creados en el barrio, aspecto que hoy es importante reconocer ya que es una característica recurrente de las formas de empleo de la zona debido a la demanda de los conductores de la Terminal del Sur que también queda cerca. En la actualidad trabaja sola aunque su hija en ocasiones también le ayuda; en otros momentos y hasta el día de hoy, brinda el espacio para que alistadores de la zona utilicen el agua del lavautos, encontrando sustento para el día a día.
La historia de este lavautos unipersonal ha estado marcada por varios de los cambios que han atravesado la vida de doña Amparo, a quien llaman precisamente “la Mona”, y no porque tenga el cabello claro. Nace en una vereda de Nariño, municipio ubicado en el Oriente antioqueño en el que vivió las dificultades y las labores del campo; allí estuvo hasta los 18 años para luego trasladarse a vivir a Medellín. Años después, las circunstancias de su vida la llevan a vivir un par de años en San Carlos, y luego nuevamente en varios barrios de la ciudad hasta ubicarse en el barrio Trinidad. Considera que han sido todas las dificultades por las cuales ha pasado lo que han labrado su carácter fuerte, y al revisar sus experiencias siente que en la actualidad está viviendo el mejor momento de su vida porque disfruta del crecimiento de sus nietas, de los amigos y del amor. De pequeña quería ser Policía o Militar pero en esa época no eran admitidas las mujeres, así que siguió otros caminos que le presentó la vida fortaleciéndose desde el “rebusque” y la necesidad de cuidar de su familia.
La casa de Amparo, se integra con el lavautos de una manera particular. Afuera donde los clientes esperan es también el lugar donde dispone una mesa para almorzar o compartir con su hija; al visitarla, en ocasiones se puede observar una tetera con café, platos, vasos y sillas dispuestas; también están allí los tapetes para meterse debajo de los carros, las mangueras cruzando de lado a lado la zona, baldes, escobas y otros utensilios para su labor. El espacio lo cobija un gran árbol de naranjas y a un costado tiene ubicadas unas piedras con las que espera construir los cimientos de una casa. El proceso de intervención artística en este lugar se ha cargado de un carácter simbólico que deviene de las concepciones del mundo que ella tiene; reconoce por ejemplo que la imagen de la Virgen del Carmen o ubicar agua en el lugar de trabajo, son elementos de protección importantes; así como también, durante el proceso, ha reconocido que reacomodar su espacio, organizarlo y adecuarlo a sus necesidades son otra manera de cuidarse, de alimentar sus gustos y potenciar uno de sus principales proyectos de vida