La María limita con San Antonio de Prado en un cordón verde enorme. Su nombre de debe a doña María de Quesada, una terrateniente que se estableció por aquellas tierras en el siglo XVII. En este momento, la población de la vereda no es muy alta. Aún hoy perviven unos de sus primeros pobladores; por ejemplo, don José, está en la vereda desde aproximadamente 1960. Don José es un referente de la vereda, ya que ha liderado diferentes procesos en la vereda y ha sido testigo de su transformación. La percepción del territorio de la María por sus pobladores está dividida en parte baja, media y alta.
Toda la vereda está rodeada por vegetación nativa. Entre las especies destacadas de árboles se encuentran el pisquín, el balso, el cordoncillo, los helechos; diversas plantas que componen el paisaje y dan una sensación de tranquilidad y afabilidad. Por sus árboles pasan diversas especies de aves que colorean el paisaje de La María. En las pocas visitas que hemos tenido, hemos visto toches, siriris, gavilanes, Así, la María cuenta con un patrimonio natural muy valioso, cada vez más escaso en los municipios del Valle de Aburrá. Se encuentran diversos nacimientos de aguas limpias, de las que muchos moradores aún surten sus viviendas.
Los vecinos de la vereda son muy amables y serviciales. En los recorridos realizados hasta el momento puede percibirse la disposición que tienen para escuchar y tratar amablemente a las personas que los visitan. Un valioso patrimonio que podría considerarse desde memorias del agua-además del patrimonio natural- es el patrimonio inmaterial, desde la oralidad, indagar por las riquezas de las narraciones locales sobre el territorio.
Como puede observarse, el poblamiento en la vereda aún es muy poco, primando las zonas verdes de coberturas boscosas y de potreros a las zonas construidas.